Una noche de septiembre del 2001 me desperté con mucho dolor de cabeza, eran cuchillos filosos que penetraban una mitad, sentía que el ojo izquierdo me iba a estallar y de pronto vomité, lo que me dejó dormir el resto de la noche pero al despertar mi visión ya no era la misma; veía borroso y tenía el párpado derecho caído. Con cada hora mi visión disminuía así que fui a mi oculista y le conté lo que sucedió de noche.
De forma urgente me mandó a consultar con un neurólogo. Ya presentía yo que eso no era nada bueno.
Toda esa semana consulté con al menos 4 médicos, me hice tomografías más una resonancia magnética y no recuerdo que diagnosticaron los primeros pero el último me dijo que la solución a los terribles dolores era una neurocirugía de urgencia. Me dió un plazo de una semana para prepararme porque la visión ya era casi nula y los dolores cada vez peores.
Aún conservo sus notas en mi poder, aún tengo el presupuesto de la intervención quirúrgica, según toda la evidencia me esperaban de 5 a 6 horas de cirugía para extirpar lo que se veía nítido en los estudios médicos: un sangrado en la cabeza.
Mientras el médico iba escribiendo sus notas le pregunté_
– ¿Doctor, es muy grave lo que tengo? Es complicado, respondió.
– ¿Qué pasa si no me opero? En algún momento vas a tener que hacerlo porque el dolor será más intenso y no lo vas soportar
– ¿Me puedo morir también? Sí, cualquier cirugía tiene sus riesgos.
– Doctor, dígame la verdad, no quiero que me oculten nada, necesito saber si voy a tener secuelas y él respondió con mis ojos clavados en los suyos:
– Vas a perder por completo la visión del ojo derecho y muy probablemente también la capacidad de hablar.
La imagen que tengo después de eso fue la de mi familia rompiendo en llanto y saliendo del consultorio corriendo. La vuelta a casa ese sábado de mediodía de septiembre fue en un silencio casi total .
– “No voy a morir, no voy a perder la vista, no voy a dejar de hablar” decía mi voz interior. Eso se llama fe, en mi caso en un Ser Supremo omnipresente, que tiene muchos nombres y ninguno a la vez. En algún momento te voy a contar como terminó esta historia, pero la mayoría sabe que no perdí nada de lo que iba a perder y que esa cirugía nunca se llegó a realizar.