
Puede parecer un plan aburrido pero no es así: es de madrugada y voy dando pequeños mordiscos a una roja y jugosa manzana mientras leo.
Esta vez la ambientación me lleva a Nueva Zelanda, cruzando el peligroso estrecho de Cook (que separa las islas Norte y Sur), mirando el mar de Tasmania o navegando el océano Pacífico según van pasando los capítulos. Es un ejercicio mental y de paciencia cuando te fijás que el epílogo está casi en la página 600…
Así puede empezar un viaje que luego se transforma en realidad.